A la hora de maquillarte, el rubor es fundamental, porque ilumina el rostro, hace brillar una mirada cansada y resalta los ojos, que son el punto focal de la cara.
Si aplicas el rubor correctamente, tu maquillaje se verá prolijo, podrás corregir algunas imperfecciones y lucirás radiante.
Para comenzar, elige un buen rubor adecuado al tono de tu piel. Este deberá ser un rosa claro o color durazno, si tienes la piel muy blanca, o rosa más oscuro o marrón, si tu piel es más oscura. Antes de adquirirlo, haz una prueba sobre el dorso de la mano y determina si es adecuado para ti.
El rubor lo debes aplicar luego de haber concluido con todo el maquillaje, teniendo en cuenta que es un detalle sutil, y por lo tanto, no debes exagerar con la cantidad que has de usar. Comienza poniendo un poco del producto en tus dedos índice y medio, colócalos sobre la sien y baja en dirección de la comisura del labio, en un movimiento no muy extenso. A continuación, difumínalo hasta que no presente límites definidos y sea apenas una mancha luminosa.
Un truco para saber exactamente cuánto rubor aplicar, es siempre colocar menos de lo que crees que necesitas. Esto es porque el color, a la luz del día, se verá más intenso que lo que tú ves reflejado en el espejo. De esta manera, tu maquillaje se verá natural y no demasiado recargado.
Con el rubor también puedes corregir algunas imperfecciones de tu rostro, siempre aplicándolo con moderación.
Por ejemplo, si tienes la nariz larga, pon un poco de rubor en el centro de la misma. Si tienes la nariz muy ancha, pon unas líneas muy sutiles de rubor a ambos lados, para que se vea más fina.
Si tienes una barbilla prominente, haz el mismo truco. Esparce una pequeña cantidad de rubor antes del lugar donde acaba, para crear una ilusión óptica que la haga ver más pequeña.
Un maquillaje perfecto termina con una cuidada aplicación de rubor. Para la noche, puedes utilizar un color un poco más acentuado o aplicar una cantidad un poco mayor, para resaltar tu belleza natural.